La independencia de EE.UU. tuvo un enorme impacto en el mundo. Fue un experimento raro en cosas hoy comunes: Tener 3 poderes: legislativo, judicial y un ejecutivo liderado por un Presidente. No tener rey. Democracia representativa. Libertad de culto y de expresión.
Estas ideas no nacieron en EE.UU., pero hay una gran diferencia entre tener una idea en un papel o en la mente, y aplicarla de manera institucional. La república estadounidense fue la primera práctica a gran escala de estas ideas revolucionarias y tuvo efecto contagio. Tuvo influencia en la Revolución Francesa, ya que Francia se alió con las 13 colonias en su guerra de independencia (básicamente para joderles a sus rivales británicos) y muchos franceses que pelearon en América, volvieron entusiasmados con ideales revolucionarios. También sirvió como ejemplo de que era posible que las colonias se separen de sus metrópolis europeas. En ese tiempo parecía una idea loca, tanto que los estadounidenses aguantaron más de un año de guerra hasta sacar su declaración de independencia.
La ideología revolucionaria de los siglos XVIII y XIX fue el liberalismo. Quitó poder a los reyes, abolió la nobleza, contuvo los excesos de la intolerancia religiosa y conquistó libertades. Su triunfo moldeó el mundo actual. La revolución en Norteamérica fue el primer gran paso. @Enrique_Cosp
El 17 de julio de 1979 los nicaragüenses lo vivieron con júbilo. Ese día, Anastasio Somoza Debayle abandonaba Nicaragua tras 10 años de gobierno dictatorial. Daniel Ortega fue el artífice principal de este derrumbe, al encabezar el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Lo que tendemos a olvidar es que Ortega ya lleva en el poder casi el triple del tiempo que Somoza tiranizó Nicaragua.
No hablamos aquí de la famosa novela de León Tolstoi, pero sí de su Rusia natal que ha iniciado una guerra en Ucrania, la cual ya afecta a miles de personas y pone en riesgo la paz no solo en esa región de Europa.
Desde hace un buen tiempo tenía pendiente la lectura del voluminoso libro biográfico de Nelson Mandela, «El largo camino hacia la libertad». En sus páginas encontré mucha información que me sirvió para reafirmar el concepto que tenía del histórico líder sudafricano, para descubrir facetas que desconocía y razonar sobre uno de los principales objetos de estudio de la comunicación política: el rol de los medios de comunicación.
Líbano alguna vez fue llamada: “la París de Medio Oriente”, de esta comunidad histórica, la de los antiguos fenicios y que hacen parte de la mayoría de la comunidad de árabes expatriados en nuestro país, vienen ahora información nada auspiciosa. Van camino a un colapso económico del que no se tiene memoria desde 1889. Recuerdan en estos días la explosión en el puerto de Beirut que conmocionó al mundo. Sus conflictos con el vecino Siria y las operaciones violentas de los distintos actores del largo conflicto en el Medio Oriente lo vuelven un territorio inestable. Los libaneses hablan francés y árabe y tienen una larga relación económica y cultural con Francia.
Como siempre ocurre en las esferas donde un polvorín encandila al mundo y están en juego intereses de poder, una vez más la maquinaria mediática arrastra agua a su molino y moldea la realidad, dependiendo de la inclinación ideológica a la que está adscripta, mientras los internautas bombardean a favor o en contra, desde la vereda que les toque.
La relectura de la Biblia es un pasatiempo no siempre ocioso para este cronista. Útil para cualquier crítico cultural a la hora de ejercitar un análisis de la trama del mundo; para la reflexión social, filosófica, literaria y, sobre todo, política. La política, pues, siempre está tejida por sus metáforas, su fraseología donde no faltan salomones o pilatos, presidentes sádicos o funcionarios deshonestos. Además, la Biblia es un fecundo manantial de historias sorprendentes, ejemplarizantes moralmente; pero también divertidas, impúdicas, terribles.
No todo vale lo mismo. La auténtica libertad, la de cómo deben ser las cosas, es la que –consciente y voluntariamente– posibilita una moralidad absoluta en una sociedad libre. Absoluta en el propio sentido del término: sin condicionamientos, ni atenuantes; pues, lo primero, de manera exclusiva, es la dignidad innegociable de la persona. Lo que es ética, lo es sin peros. Lo que realmente posee valor, no es selectivo. Sin medias tintas. Es la actitud de Simone Weil, la pensadora francesa, quien no podría estar más lejana de la postura de Ayn Rand. Ver https://www.lanacion.com.py/columnistas/2021/05/02/ayn-rand-y-el-elogio-del-egoismo/.
Las abultadas deudas sociales son, casi siempre, el origen de las movilizaciones populares en Latinoamérica, principalmente en nuestra región. Acumuladas durante décadas, una nueva carga sobre las espaldas de las clases económicamente más desprotegidas suele ser el elemento motivador. Como si el barril cargado de necesidades, impotencia y frustraciones solo estuviera esperando esa chispa. Entonces, la resignación se transforma en ira y gana las calles. La muchedumbre, sin ningún liderazgo visible, aunque con un objetivo claro, no puede evitar la presencia de vándalos infiltrados con la correspondiente respuesta represiva de los órganos de seguridad. La brutalidad policial, a veces militar, no distingue entre pacíficos y violentos, generando un cuadro de hostilidades que encadena muertes.
laoveja100 