El Evangelio del domingo: Y Jesús empezó a predicar. Y les decía: “Cambien su vida y su corazón, porque el Reino de los Cielos se ha acercado.” (Mt 4, 17)

Más que nunca estas palabras de Jesús nos llegan muy fuerte. Creo que casi todos nosotros nacimos en una cultura cristiana. Siempre escuchamos hablar de lo que es bueno y justo, de la fe, de la Iglesia y de Cristo. Por eso, muchas veces cuando escuchamos la invitación de Jesús: “conviértanse”, nos da la impresión que él está hablando para otras personas, y no para nosotros que desde pequeñitos hacemos la señal de la Cruz, y hasta decimos algunas oraciones.Sin embargo, cada día más nos damos cuenta que la realidad es otra. La actualidad de las palabras de Jesús es asustadora. Parece que ellas fueran dichas pensando exactamente en nosotros: “Cambien su vida y su corazón”. Nuestro cristianismo, sin darnos cuenta, está cada día más superficial y frágil. Nuestra fe cada vez más está perdiendo expresividad. Despacito están cortando nuestras raíces.

Existe hoy en el mundo occidental una fuerte ideología anticristiana. En algunos países es aun discreta, trabaja por debajo de los paños, en otros es abierta, violenta e inescrupulosa.

Esta ideología está siendo asimilada en las escuelas, en los medios de comunicación, en las músicas, en las literaturas, en las modas… desde hace mucho tiempo, y ahora cada vez más podemos reconocer sus frutos. Tiene un sutil poder de convencimiento que nos atrapa. Muchas veces ya tenemos vergüenza de asumir nuestra identidad religiosa.

‘Conviertan su corazón a la verdad’ – Infelizmente son muchos los cristianos que ya piensan que todo es relativo. Piensan que la verdad real, segura y coherente no existe. Creen que todas las cosas no pasan de opiniones. Nos estamos habituando a la media verdad y también a la mentira, como si tuvieran el mismo valor. Está naciendo una cultura que prefiere evitar cualquier discusión, que prefiere mantener la paz aun que sea mediocre. Esto es un problema gravísimo. Pues sin reconocer que en la vida existe lo que es verdadero y lo que es falso, y que esto no depende de mi estado mental, sino de criterios objetivos, nosotros estamos destruyendo la propia posibilidad de convivencia. Las consecuencias las podemos encontrar en todos los niveles: son los matrimonios que no consiguen más llegar a un acuerdo; son los hijos que no aceptan la autoridad de los padres, pues dicen yo pienso diferente; son los alumnos que no obedecen a los profesores; son las organizaciones que nacen y desaparecen por falta de dialogo; los fieles que no quieren ni saber lo que piensan sus pastores…

Al principio, parece una cosa buena, hasta parece una real promoción de cada uno de nosotros el decir que cada uno hace “su verdad”, pero mirando las consecuencias, vemos que es nuestra destrucción, pues esta ideología es la consagración del egoísmo.

La propuesta de Jesús no puede ser otra que una sincera conversión a la verdad. Nosotros creemos que la verdad existe y que ella debe ser conocida, pues “solamente la verdad nos hace libres.”

También la libertad es otra idea manipulada en nuestros tiempos. Nos hacen creer que ser libre es decidir según los antojos del momento, sin preocuparnos con las consecuencias, sin tener en cuenta que cosa sea buena o justa. Consecuencia del relativismo es también creer que la libertad no está orientada al bien, sino que es andar en cualquier dirección. Es así que encontramos hoy muchas personas esclavas de las modas, del consumismo, de los vicios, de su egoísmo, de su ignorancia, de las apariencias, del sexo… y que se creen libres, están convencidas que están usando su libertad, cuando en verdad no pasan de marionetas en las manos de un sistema comercial.

Es en esta realidad que Jesús nos dice “Conviertan su corazón” a la libertad que solo puede nacer de la verdad. La propuesta de Jesús es seria: o nosotros entramos realmente en un proceso de conversión o seremos tragados por esta ideología anticristiana. No basta buena intención. No basta tener algunas prácticas religiosas superficiales. Es necesario un camino de conversión. Es fundamental buscar la verdad si queremos ser realmente libres. ¡Coraje! ¡Con él, venceremos!

 

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

Hno Mariosvaldo Florentino, capuchino

4 comentarios en “El Evangelio del domingo: Y Jesús empezó a predicar. Y les decía: “Cambien su vida y su corazón, porque el Reino de los Cielos se ha acercado.” (Mt 4, 17)”

  1. domingo 26 Enero 2014

    Tercer Domingo del tiempo ordinario

    Santo(s) del día : San Timoteo Tito

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    San Columbano : “Apareció una gran luz sobre aquellos que habitaban en tinieblas y sombras de muerte”

    Libro de Isaías 8,23.9,1-3.
    Porque ya no habrá oscuridad allí donde reinaba la angustia. En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos.
    El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
    Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia. como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín.
    Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.

    Carta I de San Pablo a los Corintios 1,10-13.17.
    Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir.
    Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias entre ustedes.
    Me refiero a que cada uno afirma: «Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo».
    ¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo?
    Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia.

    Evangelio según San Mateo 4,12-23.
    Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.
    Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí,
    para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
    ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones!
    El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.
    A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
    Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.
    Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
    Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
    Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
    Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
    Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

    Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

    Leer el comentario del Evangelio por :

    San Columbano (563-615), monje, fundador de monasterios
    Instrucción espiritual 12, 2-3 (trad. breviario Martes, XXVIII semana)

    “Apareció una gran luz sobre aquellos que habitaban en tinieblas y sombras de muerte”

    Te ruego, Jesús mío, que enciendas tan intensamente mi lámpara con
    tu resplandor que, a la luz de una claridad tan intensa, pueda contemplar
    el santo de los santos que está en el interior de aquel gran templo, en
    el cual tú, Pontífice eterno de los bienes eternos, has penetrado; que allí,
    Señor, te contemple continuamente y pueda así desearte, amarte y
    quererte solamente a ti, para que mi lámpara, en tu presencia, esté
    siempre luciente y ardiente.

    Te pido, Salvador amantísimo, que te manifiestes a nosotros, que
    llamamos a tu puerta, para que, conociéndote, te amemos sólo a ti y
    únicamente a ti; que seas tú nuestro único deseo, que día y noche
    meditemos sólo en ti, y en ti únicamente pensemos.
    Alumbra en nosotros un amor inmenso hacia ti, cual corresponde a la caridad con la que Dios debe ser amado y querido… y hasta tal punto inunde todos nuestros sentimientos, que nada podamos ya amar fuera de ti, el único eterno. Así, por muchas que sean las aguas de la tierra y del firmamento, nunca llegarán a extinguir en nosotros la caridad, según aquello que dice la Escritura: Las aguas torrenciales no podrán apagar el amor. Que esto llegue a realizarse, al menos parcialmente, por don tuyo, Señor Jesucristo.

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  2. Luz en las tinieblas

    El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? Estas palabras del Salmo responsorial son una confesión de fe y una manifestación de nuestra seguridad: fe en el Señor, que es la Luz de nuestras vidas; seguridad, porque en Cristo encontramos las fuerzas necesarias para andar por nuestra senda cotidiana. Luz de luz, decimos en el Credo de la Misa, referido al Hijo de Dios.
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    La humanidad caminó en tinieblas hasta que la luz brilló en la tierra cuando Jesús nació en Belén, como hemos considerado en las pasadas semanas.

    San Mateo recoge en el Evangelio de la Misa la profecía de Isaías en la que se dice que el Mesías iluminaría toda la tierra. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló. Como sol apenas amanecido, trae Jesús el resplandor de la verdad al mundo, y una claridad sobrenatural a las inteligencias que no quieren permanecer más en la oscuridad de la ignorancia y del error.

    Jesucristo, luz del mundo, llamó en primer lugar a unos hombres sencillos de Galilea, iluminó sus vidas, los ganó para su causa y les pidió una entrega sin condiciones. Aquellos pescadores de Galilea salieron de la penumbra de una existencia sin relieve ni horizonte y siguieron al Maestro, como lo harían más tarde otros, y después no han cesado de seguirle a lo largo de los siglos. Le siguen hasta dar la vida por Él. Le seguimos nosotros.

    El Señor nos llama ahora para que vayamos en pos de Él y para que iluminemos la vida de los hombres y sus actividades nobles con la luz de la fe: bien sabemos que el remedio a tantos males que aquejan a la humanidad es la fe en Jesucristo, nuestro Maestro y Señor.

    Sin Él los hombres caminan a oscuras, y por eso tropiezan y caen. La fe que debemos comunicar es luz en la inteligencia, una luz incomparable: “fuera de la fe están las tinieblas, la oscuridad natural ante la verdad sobrenatural y la oscuridad infranatural, que es consecuencia del pecado”.

    Las palabras llegarán al corazón de nuestros amigos si antes ha llegado el ejemplo de nuestro actuar: la puntualidad a la hora de comenzar la tarea; el aprovechamiento del tiempo en ese trabajo o en el estudio; la fortaleza para no perder la serenidad en medio de las dificultades; las ayudas, muchas veces pequeñas, a los compañeros de trabajo; el ejercicio de las virtudes humanas propias del cristiano: optimismo, cordialidad, reciedumbre, lealtad a la empresa, a los amigos –sin ceder nunca a la crítica, a la murmuración–…

    No sería coherente con su fe el cristiano que no pone todo su empeño por ser competente en su trabajo y, mucho menos, el que lesiona algún aspecto de la justicia en sus relaciones laborales, con otras personas o con la sociedad.

    Para llevar la luz de la fe al ambiente en el que nos movemos, necesitamos una buena formación, el conocimiento del Magisterio de la Iglesia acerca de las cuestiones más actuales que a cada uno atañen según su profesión, para crear un orden social justo, que fomente la dignidad y las libertades de la persona humana.

    Alguna vez tendremos que recordar aquella advertencia de San Pablo a los cristianos de Corinto: nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles. Siempre chocará el mensaje de Cristo con una sociedad enferma por el materialismo y con una actitud ante la vida conformista y aburguesada.

    “Pide al Señor que siempre seas un buen condimento en la vida de los demás”.

    También acudimos a la Virgen; le pedimos fortaleza y sencillez para vivir como los primeros cristianos en medio del mundo sin ser mundanos, para ser luz de Cristo en nuestra profesión y ambiente.

    (Del libro Hablar con Dios).

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  3. Convertirse es ser mejor

    Por Hno. Joemar Hohmann Franciscano Capuchino

    El Evangelio nos dice que Juan Bautista había sido arrestado, porque las fuerzas del mal no soportaban su vida coherente y entregada.

    Mt 4,12 – 23

    Jesús no se deja abatir por este infortunio y, lleno de coraje, proclamaba: “Conviértanse, porque el Reino de los cielos está cerca”. Esta proclamación, juntamente con las otras enseñanzas de Jesús, sirven para crear una nueva conciencia en el ser humano.

    Es bueno saber que varias actitudes que tenemos, como la intolerancia y la codicia, son causas de enfermedades del punto de vista personal y también social.

    “Convertirse” es asumir la tarea de renovarse a sí mismo, dejar de lado algunas macanas que uno hace con tanto gusto. Es también comprender que el Reino de los cielos es un don de Dios, que toma la iniciativa de edificarlo, sin embargo, pide nuestra cooperación perseverante.

    Jesús pasó la vida proclamando que Dios Padre nos ama y no quiere que ninguno de sus hijos se quede atrapado por las vanidades del mundo.

    Igualmente, el Señor nos exhortó a no permitir que haya divisiones entre nosotros (1 Cor 1), principalmente, en el seno de la familia y entre los fieles de una misma comunidad.

    Así, aceptar la invitación del Padre, huir de las soberbias de la carne y saber mantener la unidad son actitudes que indican que una persona está cambiando para mejor. Sin duda, esto genera más salud y felicidad.

    Sin embargo, crear la conciencia de que uno debe convertirse, debe revisar sus obras y palabras es una tarea gigantesca y, por eso, el Señor necesita de colaboradores que exhorten a todas las personas.
    Llamó a los primeros apóstoles, Simón, Andrés, Santiago y Juan que tuvieron la bravura de dejar las redes, la barca y su padre.

    Resulta que hay que ser disponible para proclamar el mensaje que nos fortalece y por eso ellos dejarán sus redes y la barca (la actividad profesional), y su padre (ciertos vínculos afectivos). Ellos aceptaron vivir el amor más grande y fiel, que es el de Cristo, y se entregaron de corazón a su tarea liberadora.

    Son preciosos testimonios de conversión, de quien se desapega de ciertas ataduras y se vuelve una persona mejor.

    Hoy día también necesitamos de una conversión significativa, porque llama la atención datos negativos de nuestra sociedad, como la acentuada violencia, la agobiante irresponsabilidad en el tránsito y homicidios espeluznantes: es una sociedad enferma, que precisa convertirse.

    Vea usted qué actitudes debe cambiar y trate de dedicar más tiempo a la oración, y proclame la Buena Noticia de Jesucristo.

    Paz y bien.

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