Los escritores y el fútbol

Andres Colman Gutierrez

Fue el maestro Jorge Luis Borges quien instaló el mito de que los escritores nada quieren saber del fútbol. Sus sentencias sobre el deporte rey eran particularmente odiosas y provocativas: “El fútbol despierta las peores pasiones”. “Es popular, porque la estupidez es popular”. “¿Qué hacen veintidós estúpidos corriendo tras una sola pelota?”.

Pero Borges era Borges, el de la escritura más brillante en la literatura hispanoamericana y se le podía perdonar casi todo. Extraviado en su laberinto de interminables bibliotecas, el ciego genial nunca pudo comprender las pulsaciones vitales del alma popular.

La literatura no puede ignorar un fenómeno social capaz de mantener a la humanidad entera paralizada frente a una pantalla de televisión. Más allá de Borges, el fútbol ha encendido las pasiones de muchos narradores y poetas, inspirando obras memorables. El austriaco Peter Handke escribió una inquietante novela, “La angustia del arquero frente al tiro penal”, de la cual el alemán Win Wenders hizo una bella película. El catalán Manuel Vázquez Montalván llevó a su detective Pepe Carvalho a bucear de lleno en los arrabales del mundo futbolero, con su aventura policial “El delantero centro fue asesinado al atardecer”.

Pero nadie escarbó tan a fondo en la historia y las contradicciones del deporte de masas como el uruguayo Eduardo Galeano, en su libro “El fútbol, a sol y a sombra”. Y ningún otro escritor se reveló tan apasionadamente futbolero como el novelista argentino Osvaldo Soriano, autor de tantos relatos sobre partidos surrealistas y goles imposibles, como “El penal más largo del mundo”.

En la literatura paraguaya hay un cuento precioso de Augusto Roa Bastos, “El crack”. Narra la historia del Goyo Luna, puntero izquierdo del club Sol de América, que vuelve desde la muerte para librar su último partido, mágico, sobrenatural, heroico y sublime, para salvar a su club de una segura derrota.

Un comentario en “Los escritores y el fútbol”

  1. El Roa de Bastos
    Sobre las opiniones acerca de la obra de Roa Bastos publicadas en dos revistas argentinas.

    Por Eric Courthès

    Llevaba mucho tiempo sin publicar nada sobre la obra de Roa, pero recientes diatribas anti Roa Bastos, aparecidas –se supone por el viejo arte de Nepote– en las supuestamente prestigiosas y serias revistas culturales argentinas: Ñ y Página 12 (1), me escandalizaron por su cretinismo y falacia, y decidí reaccionar mediante esta notita.

    A los autores de esas dos notas ni los voy a mencionar, pues ya se sacaron bastante fama indebida con su doble ataque.

    Vamos a ver cuál es su tesis, si es que tienen una (2).

    Sostienen que la obra de Roa, en su tiempo, ya no reflejaba la realidad coetánea. ¡Vaya argumento más cretino cuando se sabe que el contexto de sus obras solía ser la guerra del Chaco, anterior por lo menos unos treinta años a la redacción de Hijo de hombre, por ejemplo, o la dictadura del doctor Francia, en este caso, el contexto de la obra antecede la redacción de Yo el supremo, casi un siglo y medio…

    Es más, la imagen de un Paraguay sufrido que está dando en sus obras, de “un país que se enamoró de la desdicha”, como solía decir el genio del Tevikuary, sigue existiendo en “el interior” (3), y una reciente película nacional, Hamaca paraguaya (4), de la genial Paz Encina, se sacó un premio en Cannes, en 2008, con la misma temática.

    Ahora bien, que no corresponda esa realidad con otra, más urbana (5), la de los chongos de Roa Bastos, es su problema. A nosotros, investigadores o simplemente enamorados del Paraguay como yo, nos interesa esa imagen histórica y delirante a la vez del Paraguay, que nos propone Augusto en Yo el supremo, Hijo de hombre, El trueno entre las hojas, etc.

    Hagan lo que hagan nuestros agitados chonguitos de Roa Bastos, al maestro no le podrán sacar sus méritos, un Premio Cervantes en 1989, y un reconocimiento universal, en especial en Francia.

    Pero no vamos a emprender el mismo camino huero y especioso, de la polémica cursi de revistas, de sus detractores envidiosos y falaces, sino todo lo contrario. A continuación, vamos a demostrar en unos puntitos claritos y desprovistos de subjetividad, so forma de diez preguntas retóricas, eligiendo de ejemplo Yo el supremo, lo que hace de Roa, el rey de bastos, cuando los bicharracos feos que se pirran por sus propias mentiras, ensuciándole, son criaditos nomás, en la baraja literaria mundial…

    ¿Existe otra novela donde parece que todo delira cuando todo es histórico?

    ¿Existe otra novela de la cual el autor está tan ausente?

    ¿Existe otra novela cuya poética polifónica la hace transfinita?

    ¿Existe otra novela que fue leída antes de ser escrita?

    ¿Existe otra novela que contiene una magistral lección de escritura?

    ¿Existe otra novela cuyo sujeto y objeto principal es la escritura?

    ¿Existe otra novela que da la ilusión de generarse a sí misma?

    ¿Existe otra novela que condena al lector a la re-escritura?

    ¿Existe otra novela donde a veces no se encuentra lo que se buscaba sino otra cosa (5)?

    ¿Existe otra novela más semiótica, en una sola palabra?

    Esta última pregunta ya la contestó el propio Umberto Eco, al declarar que Yo el supremo era la novela más semiótica del siglo XX. Y eso que no hablamos de la poética de las variaciones, presente en toda su obra, y que tampoco mencionamos sus múltiples alcances, no sólo semióticos sino también, por si fuera poco, antropológicos y sociológicos.

    En resumidas cuentas, no sólo en el contexto paraguayo o latinoamericano, sino mundial, la obra de Roa está muy por encima de todo lo que se ha conceptualizado e imaginado hasta ahora. En materia de ficción histórica sobre la dictadura, no tiene parangón.

    Y para mí, no sólo Yo el supremo es la más semiótica de las novelas sino que es la más lograda. Sólo su hipotexto modélico, Don Quijote de la Mancha, anticipó en parte esas cumbres de humor e ingenio a la vez, reservado a los mayores autores de la literatura mundial, a los cuales añadiría personalmente a John Fante (6), John Kennedy Toole (7) y Witold Gombrowiccz (8).

    Pirae, Tahití, 28 de enero de 2012.

    Notas:

    1. http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4551-2012-01-22.html y http://www.revistaenie.clarin.com/Flora_y_Fauna-17_de_diciembre_de_2011_0_610139230.html

    2. En realidad, si mal no entendí, tendrían dos, según nuestro queridos chonguitos, en las obras de Roa se hubiera desnaturalizado el guaraní, cuando son ellos mismos, quienes están haciéndolo, publicando algunos en una jerga joparesca, en portuñol salvaje, como suelen decir, obras cuya lengua mixta sólo se entiende dentro de las fronteras de su sociolecto.

    3. Es un concepto muy interesante a nivel sociológico, en efecto, en mis numerosas estadías en Paraguay, desde hace 12 años, noté que cuando un paraguayo te dice que va “al interior (a)”, o sea al campo, es como si te dijera que va a desaparecer del mundo, que lo va a tragar la tierra, que se va a esfumar por el monte, por un ratito, que puede volverse eterno… Y en “ese interior reino de nada”, como lo habría dicho el amigo Luis Hernáez, uno vuelve a encontrar la realidad mágica que delira de Roa, hasta hoy en día. Pues la obra de Roa no es, nunca ha sido, y nunca va a ser anacrónica, sino el exacto reflejo de ciertas regiones de un Paraguay interior, anclado en “el tiempo fosilizado” de la ínsula paraguaya (b).

    a. En estos lugares no hay internet, tampoco hay señal de celulares, y la gente puede desaparecer del todo…

    b. Eric Courthès, Asunción, Universidad Católica, Biblioteca de Antropología Paraguaya, Vol. 49., marzo de 2005.

    http://laisladeroabastos.blogspot.com/2008/11/la-hamaca-paraguaya-distancia-silencio.html

    4. Pero la realidad paraguaya rebasa las veredas de la Plaza Uruguaya, donde el más cretino y envidioso de todos los chonguitos hacía cagar su perrito.

    5. Por no tener capítulos y ser bastante extensa, en las re-lecturas de investigación, muy a menudo uno busca algo y no lo encuentra, pero surgen otros puntos de interés durante la búsqueda, es totalmente hipertextual, la nota de la nota te lleva por caminos insospechados, ya no es simple lectura sino una verdadera aventura intelectual.

    6. Pregúntale al polvo es otra cumbre inalcanzable de goce humorístico y estético.

    7. La confabulación de los necios, su única novela publicada, bien podría ilustrar la actitud de nuestros geniales chonguitos.

    8. Ferdydurke también, por su humor iconoclasta, es de esta familia de grandes obras que hacen de lo trágico algo cómico, y algo semiótico también, llevando al lector a una profunda reflexión, desembocando a menudo en la re-escritura.

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