La democracia se construye en las aulas

Óscar Arias Sánchez

Queridas y queridos estudiantes, maestros y maestras, amigas y amigos:

Cuando recorro los pasillos de una escuela; cuando camino bajo el marco de las puertas de un aula; cuando observo las pizarras, las barritas de tiza, los pupitres en fila y los chinches sosteniendo dibujos sobre la madera, recuerdo la época en que fui un niño como ustedes. Hace mucho tiempo, yo también me vestí con camisa de manga corta y medias altas. A mí también me peinaba mi mamá cada mañana, con carrera al lado a pesar de los remolinos en mi pelo. Yo también alistaba emocionado los cuadernos recién forrados, la noche antes de entrar a clases, y llenaba el bulto con todos los útiles que tenía, incluso si no los necesitaba.

Todavía pienso a veces en aquellos días: en mi maestra de escuela, la niña Olga Camacho de Brenes, caminando entre los estudiantes con sus zapatitos de tacón. En el patio de la Escuela República de Argentina, donde mis amigos y yo jugábamos en el recreo bola y otros juegos como canicas y chapas, que ustedes nunca conocieron porque ahora lo que juegan es Nintendo Wii. Todavía pienso en la voz del Director, que resonaba como un trueno en los actos cívicos del 15 de septiembre. Y en las elecciones estudiantiles en que me nombraron Ciudadano de la clase, que era como entonces se le decía a los Presidentes del grupo.

Porque antes de que los costarricenses me eligieran para ser Presidente de la República, hubo un grupo que me dio su voto desde los primeros años de mi vida: mis compañeritos de escuela. Ellos me pidieron que les ayudara desde el Gobierno de la clase, a ayudar a los estudiantes a quienes más les costaba la escuela. Me pidieron que hablara con el Director cuando había un problema y que vigilara el grupo cuando la niña no estaba. Me pidieron que fuera el encargado de la hoja de clase y que llevara las listas de quienes se habían portado bien y quienes se habían portado mal. Pero sobre todo, me pidieron que fuera su representante. Esto quiere decir que yo ya no tenía que pensar sólo en mí, sino también en todos mis compañeritos de clase. Ya no tenía que preocuparme sólo por pasar las materias con buena nota, sino también porque no se quedaran los demás. Cuando hablaba, hablaba en nombre de otros. Cuando actuaba, actuaba pensando en todos. Ahí aprendí el valor de la democracia y lo que significa ser elegido para gobernar.

Hace unos minutos, escuchamos el mensaje de Angie Vargas, Presidenta del Gobierno Estudiantil de esta escuela. Les quiero preguntar, ¿a quién se les pareció Angie mientras hablaba en el micrófono ante ustedes? ¿No les recuerda a una señora que también habló en un micrófono, frente a cientos de personas, el domingo pasado? ¿No se les pareció a doña Laura Chinchilla, la primera Presidenta de Costa Rica?

Supongo que Angie escribió su discurso desde hace varios días. Pero entre el momento en que ella escribió esas palabras, y ahora, algo muy importante pasó en nuestro país: los costarricenses fuimos a votar. Fuimos a votar para que las mujeres de nuestro país tuvieran la oportunidad de aspirar a los mismos sueños que los hombres. Fuimos a votar para que Angie, y cualquiera de las niñas que hoy nos acompañan, tengan las mismas oportunidades que sus compañeros varones. Y fuimos a votar para que el país siguiera avanzando hacia un mayor desarrollo, hacia un futuro más justo en donde todo el mundo pueda comer, estudiar, trabajar y divertirse.

Sé que ustedes no podían votar el domingo, aunque tal vez algunos fueron a las votaciones infantiles. Pero dentro de algunas semanas todos podrán votar para la Junta Directiva de su clase. Podrán escoger Presidentes, Vicepresidentes, Secretarios, Tesoreros y Vocales, como nosotros escogimos Presidentes, Vicepresidentes, Diputados y Regidores el domingo pasado. Podrán expresar su voluntad al elegir a quienes ustedes consideran que es el mejor. Y eso es algo maravilloso. De verdad les digo que las elecciones de ustedes son tan importantes como las que hicimos nosotros: porque el valor de la democracia se aprende en la escuela y el colegio, o no se aprende del todo.

Yo aprendí a respetar la voluntad de la mayoría en un aula de la Escuela República Argentina. Aprendí a recibir críticas y consejos de mis compañeritos de clase. Aprendí a tomar decisiones y a asegurarme de cumplir las promesas. Por eso quiero que ustedes comprendan la importancia de las elecciones en nuestro país.

Imagínense un país en donde no hay niños guía en las elecciones, sino soldados con armas grandes y peligrosas. Imagínense un país en donde la gente no sale a votar, porque le da miedo que la golpeen o le griten. Imagínense un país donde ni siquiera existe la opción de escoger, y el mismo Presidente se queda por la fuerza durante años y años. Así viven muchos otros pueblos del mundo. Esa es la realidad que conocen millones de niños como ustedes.

Los costarricenses, en cambio, salimos a votar tranquilos. Porque sabemos que nuestros votos van a ser contados y protegidos por el Tribunal Supremo de Elecciones, de la misma forma en que la maestra vigila el conteo de los votos en las elecciones del aula. Sabemos que no habrá violencia cuando anuncien el resultado, de la misma manera en que ustedes aprenden a ser otra vez un grupo unido cuando se acaba la campaña. Sabemos que el Presidente se quedará en el poder sólo el tiempo que le toca, de la misma manera en que ustedes saben que el próximo año elegirán de nuevo a otra Junta Directiva.

Por eso hoy quiero pedirles una cosa: aprendan a valorar la política desde ahora. Ustedes serán los líderes de Costa Rica dentro de los próximos años. Quizás en medio de ustedes, está la próxima Presidenta o el próximo Presidente de Costa Rica. Quizás en el año 2050, uno de ustedes hablará en el inicio de clases y recordará, como yo, sus años de escuela. Espero que si eso llega a pasar, recuerden que un día, un Presidente que amaba a Costa Rica, que amaba la democracia, que amaba la paz y la libertad; un Presidente que se llamaba Óscar Arias, les dijo que la democracia se construye en las aulas.

Queridas y queridos estudiantes, amigas y amigos:

Cuando empecé a hablar, les conté sobre mis años de estudiante. Habrán notado que mi escuela no era muy tecnológica. Escribíamos con tinta y no con lapiceros. No teníamos calculadoras, sino ábacos. No teníamos computadoras, sino enciclopedias. En mi casa no había televisor, sino un radio del tamaño de un microondas. No había ipods ni celulares. Para hacer una tarea, teníamos que ir a la biblioteca a revisar libros y libros hasta encontrar las cosas que necesitábamos, si es que aparecían. Para encontrar un lugar o una capital, teníamos que darle vueltas al globo terráqueo o recorrer el mapamundi hasta encontrarlo.

Ustedes, en cambio, han recibido de Intel, con la colaboración del Ministerio de Educación Pública y la Fundación Omar Dengo, decenas de computadoras portátiles que les ayudarán en las materias escolares. Los mejores libros, la mejor música, los mejores mapas, los mejores videos, estarán al alcance de todos, en una computadora más pequeña que muchos de sus libros de texto. Espero que la sepan aprovechar. Espero que les sirva para cumplir la tarea más importante de todas: la de permanecer en la escuela y el colegio. Ahora que tienen las mejores herramientas, sigan estudiando. No se detengan. Costa Rica está en sus manos y se construye, todos los días, en las aulas de escuelas como ésta.

Muchas gracias.

Presidente de la República

Inicio del curso lectivo

Escuela Fidel Chaves, San Antonio de Belén

10 de febrero de 2010

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