Empresas inclusivas

El otro día cuando estaba yendo del hotel al aeropuerto después de haber visitado a un cliente. Cuando el taxista se detuvo en un semáforo, observé a través de la ventana un edificio muy hermoso con un letrero que era aún más hermoso, que decía “Secretaría Municipal de Apoyo a las Personas con Discapacidad”. Al dirigir la mirada a la acera que rodeaba el edificio vi que: no había en ningún lugar un bordillo rebajado o un acceso que permitiese que un usuario de silla de ruedas ingrese fácilmente a ese edificio.


La situación me llamó la atención debido al hecho de que la esencia de esa secretaría es ayudar a las personas que necesitan políticas públicas que les ayuden a insertarse en el contexto social. Mi conclusión, mirando desde afuera, la sensación que me dio es que, desafortunadamente, la entidad es solo otra más de las creadas para no funcionar en nuestro país.

Transportando esto al mundo corporativo, debemos pensar en este mismo contexto. ¿Mi empresa es inclusiva o es una “fachada y una valla publicitaria” bonita cuando se trata del tema? ¿Hasta qué punto es realmente inclusiva, es solo marketing social o es algo que está en sus valores?

El respeto por aquellos que son diferentes es la primera lección que las empresas que afirman ser inclusivas deben aprender. La inclusión en las organizaciones es muy amplia: necesita, por ejemplo, ofrecer un acceso adecuado a las personas en sus instalaciones, espacios internos adaptados a quienes tienen necesidades. Es necesario romper los prejuicios con respecto al color, la religión, el sexo, género y así sucesivamente.

Este proceso de inclusión debe provenir de la empresa, dando ejemplo a sus colaboradores y tratando de sensibilizarlos sobre el motivo de esa política aplicada. Si es algo verdadero, el público interno termina absorbiendo y viviendo ese contexto de forma natural.

En otra organización que estaba visitando en el norte de Brasil, a la hora del almuerzo noté que dos personas con discapacidad visual almorzaban con sus compañeros de trabajo sin problema. Se reían, contaban chistes y confraternizaban en la mesa, incluso esa mesa, en algunos momentos tenía algunas migajas del plato de esas dos personas. Los colegas que estaban con ellos no los ayudaban a limpiar el espacio, ya que sabían que esta no era la actitud más adecuada para ese contexto. Esto es un entendimiento experimentado por los empleados y que la empresa ciertamente ha logrado de alguna manera transmitir a su público.
El mercado valora efectivamente a las empresas con este perfil. Pero, sin duda, la mayor ganancia que se tiene al adoptar la inclusión dentro de las organizaciones es la satisfacción de los profesionales que vivirán este respeto y tenderán a ser defensores de la marca e incluso más productivos en sus actividades.

Llegó el año 2020 y con él innumerables posibilidades para llevar a cabo proyectos dentro de las organizaciones. ¿Qué tal poner el tema ‘inclusión’ como una meta para los próximos meses? ¡Queda el aviso!

por Bernt Entschev

Un comentario en “Empresas inclusivas”

  1. El jefe avestruz
    Estrella Flores-Carretero

    Es tarea del líder detectar estas actitudes tóxicas y no hacer como si no ocurriera nada. Fingir que el problema no existe, que es normal o que ya se pasará supone un comportamiento de avestruz que puede llevar a su compañía a tener graves dificultades, no solo legales sino de desempeño. A esto llamo Jefe Avestruz.

    Las empresas mejores y más ricas son aquellas que están integradas por personas diversas en ideas, en edades, en género, en procedencia, en cultura, en formación, en habilidades, en experiencia… Pero este tipo de corporaciones deben tener claro un principio común: el respeto a los demás.

    Para lograr una empresa donde cada persona se sienta a gusto, libre para expresarse, plena para desarrollar su creatividad y feliz de ser miembro de un equipo con una meta común es necesario:

    Programar reuniones de grupo. Deben ser frecuentes, bien presenciales, bien virtuales, pero de todos a la vez. Por ejemplo, de forma semanal, debería hablarse abiertamente sobre qué ha sido lo mejor desde el último encuentro, qué ha ido mal en cada departamento, qué solución ven, qué proponen para los próximos siete días, etcétera.

    Establecer encuentros individuales. Hay temas que las personas no desean hablar en grupo, Por eso es especialmente importante conversar con cada uno en privado y recordar que, si una parte no lo solicita, la otra debe dar el paso para reunirse.

    Brindar formación en emociones. Mucha gente arrastra prejuicios por su educación que resultan intolerables en el mundo de hoy. Tener diferencias en las opiniones políticas, religiosas o sociales es normal y saludable; por suerte, no todos pensamos lo mismo. Pero lo que no puede admitirse es un entorno laboral discriminatorio o contrario al código de buenas prácticas de cada corporación. La pluralidad es buena para las personas, que aprenden a respetar al otro, a discutir, a defenderse, a convivir y a establecer relaciones por encima de las ideas.

    Y también la diversidad es buena para la empresa, porque permite descubrir nuevos puntos de vista, generar divergencias en el modo de enfocar el trabajo y contemplar las distintas visiones que podrían tener los clientes. Pero toda disparidad corporativa debe desembocar en la mejor vía para el logro de objetivos y no en la división del equipo. Prevenir las batallas con formación en emociones y gestión de conflictos es una inversión segura.

    No mirar para otro lado. El líder está para mediar, ver si existen necesidades no satisfechas (como una injusta falta de reconocimiento), preguntar a cada persona cómo cree que podría resolverse el asunto, estudiar sus alternativas antes de decidir la solución, tratar de llegar a un acuerdo conjunto y luego comunicar a todos, y no solo a los implicados, lo acordado.

    Los problemas surgen en cualquier grupo humano y es labor del líder detectar las trabas a la cooperación y al trabajo de equipo sin desatender a las personas. El gran Joseph Conrad, que tan bien transmitía las emociones en su literatura, decía algo que debe sernos obvio: “Enfrentarse, siempre enfrentarse, es el modo de resolver el problema. ¡Enfrentarse a él!”.

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