Aplastad la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo

La sacudida se sintió en ambas orillas del Atlántico. La visita de Albert Rivera a Venezuela ha tenido una notable repercusión en España. El líder español que preside Ciudadanos, un partido liberal con fuerte representación parlamentaria, fue con el objeto de respaldar a los demócratas de la oposición, especialmente a Leopoldo López y a Antonio Ledezma.


Al dirigente comunista de Podemos, Pablo Iglesias, señalado como el hombre del chavismo y de los iraníes en España, vinculación que él niega con más vehemencia que éxito, le preguntaron por el preso político venezolano Leopoldo López, y respondió una notable falsedad.

Dijo que estaba en contra de que cualquier persona fuera encarcelada por las ideas que sustentaba. Y enseguida agregó que, si Leopoldo López estaba en la cárcel por tratar de derrocar al gobierno –dando por sentado que ese era el caso–, no lo apresaron por sus ideas, sino por sus acciones.

Un buen comunista, como Pablo Iglesias, formado en la ideología marxista-leninista, y creyente en el materialismo histórico, necesariamente suscribe la tesis de que las ideas, como las instituciones, pertenecen a una superestructura que depende de las condiciones económicas de la sociedad y, en primer lugar, de las relaciones de propiedad preexistentes.

Leopoldo López, pues, joven de familia pudiente, descendiente de Simón Bolívar (también un criollo muy rico al que Marx denostó en The New American Encyclopedia, 1858), adscrito por herencia a la odiada oligarquía, formado en las universidades yanquis, inevitablemente sostenía las ideas propias de su clase enemiga.

Era, por lo tanto, legítimo extirparlo de la faz de la tierra y encarcelarlo, incluso matarlo, como postulaba Lenin, y como ordenó llevar a cabo sin ningún tipo de miramientos. (Izvestia clamaba en 1918: “Aplastad la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo. Cualquiera que se atreva a difundir el rumor más leve contra el régimen soviético será detenido de inmediato y enviado a un campo de concentración”).

Así ha sido siempre. Las matanzas y los gulags de Lenin, Stalin, Pol Pot, Mao, Fidel Castro o de Kim Il-sung y su extraña familia –por solo citar algunos de esos conspicuos asesinos que dejaron 100 millones de muertos a lo largo del siglo XX y muchos más prisioneros políticos– no ocurrieron por obra y gracia de un grupo de psicópatas, sino porque esos “revolucionarios” eran marxistas-leninistas convencidos de la verdad profunda de las teorías del alemán y de su discípulo ruso.

Todos ellos se sentían bondadosos agentes de un cambio que algún día le traería la felicidad definitiva a la Humanidad (así, con una mayúscula delirante), y si en el trayecto tenían que matar o encarcelar a una multitud de personas, muchas de ellas inocentes de todo delito, salvo el de pertenecer a la clase culpable, era por el bien de la especie y en procura de un fulgurante y definitivo destino: el paraíso comunista que nos esperaba al final de la historia.

Seamos serios: ni el señor Pablo Iglesias ni su compañero de coalición Alberto Garzón creen en las libertades individuales o en las virtudes de la democracia liberal. Están en el Parlamento porque les está vedado el camino de la revuelta armada.

Si por Iglesias fuera, decapitaría al rey Felipe VI y la reina Letizia, lo que se deduce de su oda a la guillotina, como puede comprobarse en YouTube. Las elecciones, lo mismo que les sucede a sus hermanos chavistas, son la mayor cantidad de revolución que les permite esta compleja era antiheroica, perrofláutica y postsoviética.

Lo triste es que, según las encuestas, unos seis millones de españoles van a votar por la coalición Unidos Podemos, acaso sobrepasando a los electores del PSOE, y solo una pequeña fracción –tal vez el 20%– son realmente comunistas. El 80 restante son personas inconformes con la falta de oportunidades y con los escándalos de corrupción, que creen formar parte de una izquierda democrática que desea proteger el Estado de bienestar que, sospechan, está en peligro.

Es lamentable que estos españoles inconscientes, víctimas de una variante del espejismo ideológico, no miren con detenimiento lo que sucedió en la patria, precisamente, de Leopoldo López y de Antonio Ledezma que acaba de recibir a Albert Rivera.

En Venezuela, Hugo Chávez se disfrazó de demócrata, sedujo a los electores y utilizó las urnas para meter de contrabando un régimen procomunista que ha destrozado al país. Lo mismo que se propone hacer Unidos Podemos.

Por Carlos Alberto Montaner (*)

9 comentarios en “Aplastad la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo”

  1. Un progresismo que atrasa más de cien años
    12 Jun 2016

    La política del Gran Garrote, propuesta por el presidente Teodoro Roosvelt allá por el 1900, es decir hace bastante más de un siglo, consistía, en una expresión tan elemental como contundente: “habla suave, pero mostrando el gran garrote”; hablando clara y toscamente: si no aceptan el discurso amoroso, aplica el de la violencia, es decir, de la diplomacia de la seducción pasa a la diplomacia del garrotazo.

    Los mafiosos, a lo largo de la historia, la aplicaron con mayor sinceridad y crudeza: elija plata o bala. En cierta medida, debe ser la consigna diplomática más antigua de la humanidad: o transa o lo transitamos al más allá.

    En síntesis, la política del Garrote consiste en amenazar a la contraparte, si no acepta los términos de la parte, con aplicar medidas de fuerza. Su perniciosa vigencia en las relaciones internacionales en el continente americano tiene consecuencias hasta hoy, pese a que la política exterior estadounidense ha evolucionado a privilegiar la negociación sobre el garrotazo, que se traducía muchas veces en apoyar los golpes de Estado para beneficiar al “imperio”, cambiando incluso a apoyar a quienes combatieron a las dictaduras, privilegiando los principios democráticos: en el Paraguay vivimos ese proceso a favor de la oposición, que Stroessner no pudo entender hasta su caída.

    La República bolivariana de Chávez se benefició justamente con esa política, que se prolongó, tras el mandato del presidente Cartes, con el Carter Center, institución que intervino en el “referéndum revocatorio” en el 2004, ratificando la legitimidad del gobierno chavista. El mismo procedimiento democrático que hoy rechaza Maduro, pese al contundente reclamo popular.

    La posición paraguaya en este conflicto ha radicado justamente en seguir el proceso de referéndum, aceptando el masivo reclamo popular, y recurriendo al arbitrio internacional, dado que las circunstancias internas de la nación venezolana no garantizan el proceso democrático, ante un violento abuso del poder y de la represión salvajemente violenta.

    La respuesta del “madurismo” ha sido inmediata, ante la posición crítica del Paraguay: emplazar a Paraguay garrote en mano a pagar de inmediato una deuda cuya negociación debe transitar por los cauces naturales diplomáticos y comerciales y no por la “Ley del Mbarete”.

    Afortunadamente, de hecho, la amenaza “cavernaria” no tiene mucho margen de amedrentamiento, sino que se debe regir por la negociación del requerimiento. Los tiempos del garrotazo se han terminado mundialmente, aunque, ahora, internamente, haya una corriente que trata de imponer en base a chantajes comerciales la política “bolivariana” en la región.

    La Venezuela de Chávez y Maduro ha privilegiado las prebendas internacionales, en detrimento del pueblo venezolano, sometido a la extrema pobreza, para imponer su hegemonía a “petrodolarazo” limpio. Y algún resultado tiene, habiendo ganado cierta condescendencia cómplice a sus abusos a causa de las “deudas” prebendarias que ha regado por la región.

    La comunidad americana debe actuar de acuerdo con el derecho y la integridad.

    Es norma en todos los sistemas democráticos: el hecho de ser elegido para administrar el gobierno no autoriza a abusar del gobierno. En eso consiste el Referéndum Revocatorio que reclaman los venezolanos y que se resisten a aceptar los bolivarianos, quienes, entre otros abusos, pretenden ser los dueños del pensamiento del libertador Simón Bolivar, monopolizándolo a su propio discurso.

    El pedido de tal referéndum está en la Constitución Bolivariana, y en los principios en general de los estados democráticos. De hecho, el gobierno de Chávez, y sus sucesores, fue ratificado por este procedimiento en el 2004, cuando se ponía en cuestión su legitimidad democrática. El dictamen internacional “cartista” lo confirmó como presidente y el mandato chavista siguió vigente.

    Maduro no lo ve tan claro; de ahí la recurrencia a la política del Gran Garrote, en un lamentable sinsentido de su discurso antiimperialista. Resulta más que lamentable y vergonzoso que una corriente que se autodenomina “progresista” atrase más de un siglo en su planteamiento político y que trate de imponer el chantaje para sostener el insostenible fracaso de un gobierno; y, sobre todo, que encuentre aliados o, mejor dicho, cómplices, en su intento de mantener el poder a costa de un pueblo.

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  2. El diálogo en los tiempos de cólera
    05 Jun 2016

    La propuesta de la OEA de instar al “Diálogo abierto” entre el “gobierno” de Maduro y la “oposición” venezolana es un eufemismo, que suena más a Poncio Pilatos que a sano juicio o a cuerda intervención diplomática en un momento de crisis en que la violencia ya se ha desatado, tanto en el plano verbal como en el institucional; de un lado está un gobierno que se ha investido de poderes absolutos, cuenta con las fuerzas armadas partidizadas, que viene usando con violencia salvaje, como se puede ver a través de los testimonios de los pocos medios que aún pueden filmar y trasmitir, pese al riesgo que están corriendo los periodistas permanentemente; del otro, hay una oposición que ha ganado la última justa democrática, compitiendo con la mayoría de las libertades democráticas coartadas, con el débil poder de los votos, que valen poco menos que nada ante un poder absoluto que no se da por enterado de que ha perdido unas elecciones y que eso le obliga a dialogar con los opositores.

    El pueblo venezolano viene pidiendo el diálogo y respaldando el pedido con votos; la oposición política también, como una gran parte de la comunidad internacional, incluida la OEA, a la que Maduro ha contestado con la única forma de diálogo que conoce, de acuerdo a su bochornosa gestión como mandatario: con un gesto de grotesca grosería y de prepotencia, un exabrupto infantil. Si contesta así al Foro que representa a la mayoría de los países americanos ¿Qué diálogo se puede instalar? ¿Qué condiciones para el diálogo se puede esperar que ofrezcan a los opositores? Ni siquiera respeta los votos que les ha dado una elección popular, la base de todo entendimiento democrático, pilar de la democracia y de la convivencia social y política.

    Antes se escudaba tras el remanido argumento de la conspiración internacional; hoy le han hablado sus “correligionarios”, sus hasta hace poco aliados de la “izquierda”; el titular de la OEA, Almagro, quien pidió cumplir la Carta Democrática latinoamericana, y el popularmente consensuado “Pepe” Mujica, quien con su tono franco y campechano dijo que Maduro está “loco como una cabra”.

    Y ahí está la respuesta de Maduro que decidió demandar a la votada Asamblea Nacional ante el fáctico Tribunal Supremo de Justicia. Una linda manera de comenzar el diálogo.

    Para entablar un diálogo hacen falta dos o más contendientes dispuestos a disputar, a debatir en términos de igualdad y de respeto. En la circunstancia en que uno de ellos tiene el monopolio de la fuerza, las fuerzas militares oficiales y grupos paramilitares, y no respeta ni siquiera los votos de sus “contendientes”, ni su derecho a expresarse ni su libertad, lo único que cuenta es la cólera descabellada del indignado mandamás.

    Del otro lado, lo que reina es la cólera ciudadana desatada desde el hambre, desde la desesperación por la absoluta carencia de los mínimos derechos y los mínimos requisitos para sobrevivir y, mucho menos, para vivir con dignidad; la cólera que surge desde la rebelión contra los abusos de un régimen totalitario que se ha apropiado del país, contra la represión cada vez más violenta a los reclamos más elementales para la sobrevivencia, en un país de inmensos recursos que los viene despilfarrando en sus afanes políticos de liderazgo regional y en el enriquecimiento ilícito a costa de la pobreza de la mayoría.

    Entre el colérico Maduro y la cólera popular hay un grave peligro de explosión con calculables resultados catastróficos y, si los países iberoamericanos no aplican una política más pragmática que la lírica declaración a favor del diálogo, y exigen que se cumplan los compromisos democráticos, lo más probable es que se imponga la ira y el fin inevitable, que se desencadenen la furia y la violencia.

    Paraguay ha sentado una posición más firme que, al ser ignorada por la mayoría en la OEA y en el bloque del Mercosur, deja abierta la posibilidad inminente de que, al asumir Venezuela, como correspondería en condiciones normales, la presidencia, la unión quede ligada a los acontecimientos dramáticos que se viven y a los más trágicos que se avecinan. El plan de “incendiar Venezuela” no surge de las fuerzas opositoras ni del pueblo encolerizado por la opresión y los abusos. Es el gobierno de Maduro el que está amontonando la leña y atizando el fuego.

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  3. VENEZUELA UN PROBLEMA DE TODOS
    Por
    Henrique Capriles Radonski

    Mayo 2016

    Las catástrofes naturales, las guerras y las crisis económicas generan emigrantes y refugiados que huyen por miedo o hambre. Las guerras en África y Asia están desestabilizando a toda Europa Occidental; en los 80s las guerras en Centroamérica expulsaron a millones de centroamericanos de sus países. ¿Cuáles serán las consecuencias para los gobiernos del continente si el deterioro social, político, económico y de seguridad de Venezuela sigue creciendo? La diáspora venezolana ya está en marcha, pero, ante la crisis humanitaria que se ha desatado y el peligro de una mayor conflictividad, se puede afirmar que lo peor estaría por venir.

    En los últimos dos años más de 50,000 venezolanos han sido asesinados por la falta de seguridad, la inflación de alimentos supera 700% y las fábricas privadas y públicas están paralizando su producción por falta de insumos. La escasez de medicinas y comida está generando muertes y saqueos todos los días. Los cortes de energía y agua han forzado a reducir la semana laboral y escolar. Más de un millón de personas han huido del país en la última década, el 90% en los últimos cuatro años. La desesperación y la irritación de los venezolanos está creciendo aceleradamente, ocurren brotes espontáneos de violencia todos los días. Existe una anarquía que deja la sensación de que no hay gobierno.

    El gobierno del Maduro se considera víctima de una guerra económica, pero la mal llamada revolución bolivariana no ha enfrentado una guerra contrarrevolucionaria como la que vivió Nicaragua en los 80 y tampoco un embargo como el que ha soportado Cuba durante medio siglo. Las relaciones comerciales y diplomáticas de Venezuela son normales con todo el mundo; Estados Unidos no ha dejado de comprarnos petróleo, nadie nos ha agredido, ni cerrado mercados. Los precios del petróleo históricamente han tenido un comportamiento cíclico de alzas y bajas y su actual caída afecta a muchos países, no importa quién los gobierne. El único culpable del desastre económico venezolano es el actual gobierno. El manejo en extremo festinado e ineficiente de la bonanza petrolera que ya concluyó, el desmantelamiento de la casi totalidad de la planta productiva y comercial del país y la pelea permanente con los empresarios, han derivado en emergencia humanitaria.

    El año pasado la oposición unida ganó en las elecciones parlamentarias obteniendo la mayoría absoluta con 112 de los 167 escaños que tiene la Asamblea Nacional. Durante 17 años el gobierno se jactó de ser democrático, pero esta victoria de la oposición acabó con la farsa y ahora el gobierno de Maduro se ha alejado completamente de la Constitución y la democracia. No respeta las facultades constitucionales de la Asamblea Nacional, rechaza la realización del referéndum revocatorio establecido por la constitución y demandado por los venezolanos, se opone a programar las elecciones de gobernadores, se niega a liberar a decenas de presos políticos, prohíbe el derecho de manifestación pacífica en el momento en que los ciudadanos tienen razones para protestar y se empecina en hacer más de lo mismo frente a la calamidad económica y social que ha creado.

    El anterior gobierno argentino perdió las elecciones y entregó el poder, el gobierno brasileño rechazó políticamente las disposiciones de su parlamento, pero las aceptó; el gobierno de Nicaragua se entiende sin problemas con los empresarios, Cuba restablece relaciones con Estados Unidos y los guerrilleros de las FARC están por firmar la paz con el gobierno colombiano. En este contexto de tolerancia continental, Maduro se empeña en mantenerse gobernando por la fuerza, afectando el futuro y exponiendo al país a un desastre humanitario que será cada día mayor. ¿Cuántos cientos de miles de refugiados y emigrantes venezolanos están dispuestos a aceptar los gobiernos de la región?, ¿Cuántos “Chapos”, “Pablos” y grandes capos tendrá que perseguir el mundo si Venezuela termina convertida en una gran retaguardia criminal?

    Los opositores venezolanos somos clara mayoría y estamos organizados en partidos políticos, no estamos armados, no creemos ni promovemos la violencia, al contrario, en sentido estricto somos el mecanismo principal para evitarla. No podemos dar, ni queremos que nadie dé, un golpe de Estado. No queremos venganza ni persecución, no deseamos repetir la intolerancia que hemos sufrido, eso no ayudaría a resolver la crisis económica que sufren millones de venezolanos. Queremos un cambio legal ordenado y pacífico que permita reconciliar al país y reconstruir su economía. En definitiva, lo único que pedimos es que se respete la constitución y las leyes para que los venezolanos podamos votar y decidir mediante un referéndum revocatorio, establecido en el artículo 72 de nuestra carta magna.

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  4. Venezuela y la región
    02 Jun 2016

    La crisis política y humanitaria en Venezuela puso en agenda de discusión no solo la grave situación de ese país, sino el tipo de relación que existe en este momento en la propia región, generando disparidad de criterios en algunos casos y desestimando propuestas de uno u otro país. Este tipo de ambiente no favorece en absoluto a la tan mentada necesidad de fortalecimiento de los bloques políticos y económicos, sino más bien se contrapone a los intereses genuinos de una integración real.

    Situaciones que denotan de vuelta debilidad regional como bloques, tanto en el Mercado Común del Sur (Mercosur) como en la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), a pesar de los discursos políticos, son una constante. En el foco de atención esta vez está Venezuela.

    El Gobierno de Paraguay planteó la semana pasada en el seno del Mercosur una reunión de cancilleres para analizar la situación, pero el llamado recibió una suerte de silencio de parte de los demás integrantes del bloque. Uruguay, que tiene la presidencia pro tempore del Mercosur, no emitió postura y se mantiene al margen, Bolivia guiñe el ojo al gobierno de Maduro, Brasil está enfrascado en su dilema interno político y como siempre para el poderoso de la región el resto puede esperar, y Argentina decidió ir directo a la Organización de los Estados Americanos (OEA), coincidentemente cuando mira con mucho interés hacia la Alianza del Pacífico.

    Ante este panorama, se generó una evidente molestia paraguaya, notoria con las declaraciones del ministro de Relaciones Exteriores, Eladio Loizaga, que insistió en la necesidad de reunión de cancilleres del Mercosur y tildó de “anodina” la petición del gobierno argentino.

    A esta situación en el Mercosur, se sumó las decisiones adoptadas en la Unasur, tendientes a extender la mano a la cada vez más debilitada administración central venezolana. El ministro Loizaga hizo saber el cuestionamiento de Paraguay por las determinaciones del secretario general del organismo, el colombiano Ernesto Samper. “Viene tomando una serie de acciones inconsultas con los Estados miembros, y varios de los colegas también están molestos por esta situación”, se quejó.

    En la ya enmarañada situación, la Cancillería, además, debió salir a aclarar interpretaciones sobre la supuesta intención de salir del Mercosur y de no involucrarse en el caso venezolano. En un comunicado aseguró que Paraguay “no se desvincula” del proceso relacionado a la situación en Venezuela” y que “aguarda con expectativa y firmeza” la convocatoria a la reunión de cancilleres, ratificando la intención paraguaya. Además, se aclara que el país ratifica su plena participación en los bloques regionales y subregionales, principalmente en la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Mercosur.

    Mientras en el Mercosur y la Unasur no se ponen de acuerdo cómo tratar la grave situación de Venezuela, la OEA apretó el acelerador y convocó a una sesión de urgencia para tratar el caso. Para la convocatoria incluso se recurrió al artículo 20 de la Carta Democrática, y el propio secretario general, Luis Almagro, habla de la existencia de una “alteración democrática”. Como era de esperarse, el presidente Nicolás Maduro, con términos que sencillamente no condicen con la investidura de un mandatario, rechazó la convocatoria y llamó a una “rebelión nacional” afirmando que en Venezuela no se aplicará ninguna disposición de la OEA.

    Lo que sucede en Venezuela es grave y si realmente los bloques desean ayudar al país y, sobre todo a los venezolanos, deberán dejar de lado las posturas políticas, ideológicas y comerciales, y recurrir también de manera urgente a las acciones establecidas en el mismo bloque para situaciones similares. Lo que hizo la OEA, de llamar a una sesión para analizar el caso, es lo que cualquier grupo regional que pretenda ser sincero debería haber hecho hace bastante tiempo.

    Queda otro punto para el análisis: La decisión de Argentina de recurrir directamente a la OEA y no primero a los aliados regionales. El gesto puede ser también una pauta del movimiento que está realizando el gobierno de Mauricio Macri, de ir mirando otros horizontes y no solo a un Mercosur bloqueado. En ese sentido, cabe dejar anotado que justo en el debate sobre el tipo de relación de países en la región, el caso Venezuela y la complicada situación del Brasil, se informó que Argentina está girando hacia la Alianza del Pacífico.

    Es oficial que el presidente Macri participará en breve como “observador” en la cumbre de ese bloque que integran Chile, México, Perú y Colombia, en un evidente acercamiento. Es un tema que generará bastante debate y probablemente solicitudes de aclaración por parte de los gobiernos del Mercosur.

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  5. El delirio del poder
    Nada acerca tanto a la irracionalidad que perder la posibilidad de seguir mandando. La cercanía al fin obnubila al poderoso y le hacer perder el control de todos sus actos. Los griegos hablaban de eso con el nombre de hidris, que algunos la califican como “la enfermedad del poder”. La gran pregunta es si ella ha pasado de ser una dolencia circunstancial a una forma de vivir y de entender una realidad imposible de ser transformada. Por ejemplo, ¿cómo es posible que bajo el criterio de racionalidad un país como Venezuela pueda seguir siendo gobernado por Maduro? Solo el delirio y sus manifestaciones pueden prolongar la agonía de un régimen que se está llevando consigo las esperanzas de millones de venezolanos. Los vecinos ni se dan por enterados. Las organizaciones regionales, fuera de la OEA, no acusan recibo y con ello lo único que justificamos es que el “realismo mágico” es crónica periodística pura y cotidiana.

    La irracionalidad que hemos visto en el manejo de las crisis de Argentina, Venezuela o Brasil tiene demasiado de lo peor del subcontinente y una notable incapacidad de salirse con una solución institucional. Lo han probado algunos, pero cuando los resultados le son adversos buscan subterfugios para sostenerse a como sea. Evo Morales ha perdido un referéndum sobre si continuar o no en el poder y desilusionado por el resultado ahora amenaza con uno nuevo. Su socio y protector Maduro se opone a uno de carácter revocatorio porque está seguro de que incluso los miembros de su familia votarán en su contra. Han destrozado todas las instituciones; solo les queda sostenerse en el delirio. Cuanto más radicales e irracionales sean, mejor para ellos pero… peor para el país.

    Nuestro subcontinente está transformando en algunos países la realidad en un cuento surrealista y delirante. Puede dar muchas páginas para un escritor avezado, pero para quienes padecen a gobiernos delirantes la misma solo muestra los peores signos de decadencia y marginalidad.

    No estamos bien porque la política se resiste a entender la nueva lógica. La que surge de este cambio de era donde los medios de comunicación e internet han vuelto poderosos a los ciudadanos que reclaman gobiernos parecidos a las nuevas tecnologías: abiertos y transparentes. Se resiste el establishment que todavía cree que los tiempos son fáciles de manejar como cuando vivíamos en la lógica mecanicista.

    No hay más calvario que el de un país gobernado desde el delirio. Hay que recobrar urgentemente la racionalidad que nos permita reconstruir instituciones arrasadas por gobiernos irracionales cuyo único objetivo era mantenerse en el poder a cualquier precio. Y eso no va más.

    Benjamin Fernandez Bogado

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  6. Legalidad de los juicios

    Por Jesús Ruiz Nestosa
    SALAMANCA.

    Una verdadera tempestad en el borrascoso mar político de España desencadenó la visita hecha por Albert Rivera, cabeza del partido Ciudadanos, a Venezuela, respondiendo a una invitación que le cursó la Asamblea Nacional, en manos de la oposición al régimen de Nicolás Maduro. Los más indignados son los integrantes del grupo Podemos, un partido que surgió de las manifestaciones de protesta que llevaron a cabo los jóvenes hace dos años en la Puerta del Sol de Madrid.

    La cúpula de Podemos le achaca a Rivera haber ido a Venezuela con fines electoralistas ya que el próximo 26 de junio tendremos de nuevo elecciones, la segunda vuelta, pues en la primera, del pasado 20 de diciembre, no se logró formar gobierno. Algunos dirigentes decidieron ironizar sobre el tema escribiendo en sus cuentas de la red frases como “Los venezolanos no votan en España” y cosas parecidas. A estas expresiones se sumaron los miembros de Izquierda Unida, un partido que surgió recogiendo los despojos del Partido Comunista Español atomizado por sus luchas internas entre los seguidores de Santiago Carrillo, líder histórico del PCE, y los de la línea leninista, prosoviética, a horcajadas entre los años 70 y 80.

    Las reacciones que se siguen registrando entre los opositores a Albert Rivera y las críticas por su visita a Caracas que incluyó un discurso ante la Asamblea Nacional (Parlamento) en el que pidió diálogo entre oposición y Gobierno y la puesta en libertad de los presos políticos, hay que hacerlas pasar por otro tamiz que nada tiene que ver, por lo menos directamente, con las próximas elecciones. A su regreso a España, Rivera habló del estupor que le causó ver las condiciones en que están viviendo los venezolanos, con una calidad de vida deplorable, una inseguridad alarmante agudizado todo por una extrema escasez de lo mínimo necesario para seguir viviendo. Pero a más de ello, le exigió a la cúpula de Podemos y de Izquierda Unida que se manifiesten públicamente, con toda claridad, de la posición que asumían frente a esta crisis y la existencia de presos políticos.

    Solo el silencio respondió a su solicitud. O, mejor dicho, lo grave no fue que le haya respondido el silencio, sino las explicaciones que dieron tanto Iglesias (Podemos) como Alberto Garzón (IU). El primero dijo: “Nadie debería estar en la cárcel por defender sus ideas. Ahora bien, si se probara que alguien ha cometido delitos de terrorismo, pues entiendo que es sensato que pueda estar en la cárcel. No sé si este es el caso”. Alberto Garzón, por su parte, dijo: “Creo que efectivamente hubo un juicio en el que se le condenó por esto. A mí no me gusta que alguien que es conocido por ser representante de una fuerza política pueda terminar en la cárcel. En cualquier caso, creo que en este caso hay que respetar la legalidad de todos los países”.

    Quienes hemos vivido gran parte de nuestras vidas bajo dictadura, bien conocemos cómo funciona, en ellas, la legalidad de los juicios y la imparcialidad de los tribunales con jueces puestos a dedo por el Poder Ejecutivo, con pruebas falsas, con testigos inventados, con testigos de cargo desaparecidos y una larguísima lista de irregularidades. En una oportunidad que tuve que comparecer ante un tribunal del Crimen, mi abogado, antes de entrar a la sala, se fue a llamarle por teléfono al ministro del Interior Sabino Augusto Montanaro para preguntarle si otro defendido suyo tenía que estar en libertad o debía estar preso. Esta es la “legalidad” que Iglesias, Monedero, Errejón y Garzón piden.

    Lo que les irrita a estos grupos, especialmente a los de Podemos, es que no solo han trabajado, con jugosos salarios, como consejeros de Chávez y de Morales en Bolivia, sino que además campea sobre sus cabezas la versión de estar subvencionados primero por Chávez y ahora por Maduro. No hay que indisponerse, pues, con la gallina de los huevos de oro.

    Pensaba comentar sobre el juicio a integrantes del Plan Cóndor pero, lastimosamente, en el momento que debo escribir estas líneas por motivos de horario de entrega, la sesión no se ha iniciado. De todos modos, sean cuales fueren los resultados, el hecho en sí es importante ya que se ha comenzado a despertar una justicia justa; no es una redundancia, sino una realidad que viene al caso, en este momento, cuando todavía hay gente que en medio de su ingenuidad, o de su codicia política, pretenden vestir de legalidad a los abusos irracionales del poder.

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  7. Carlos Rangel, el precursor venezolano

    Por Ian Vásquez (*)

    Venezuela está a punto de colapsar. La crisis que ha engendrado la revolución bolivariana es total: económica, política y social. La escasez de prácticamente todo lo importante –comida, electricidad, medicinas, agua– ha derivado en colas interminables, hambre, una creciente ola de saqueos y conflicto social, y una crisis humanitaria. La gente se muere por falta de medicamentos o equipos médicos que funcionen. En 2015, la tasa de mortalidad de bebés de menos de un mes de vida se incrementó en los hospitales públicos en cien veces respecto del 2012. La tasa de mortalidad de madres primerizas en los mismos hospitales casi se quintuplicó.

    Ante esta realidad, el presidente Nicolás Maduro, en vez de anunciar reformas, ha respondido de manera delirante. Ha declarado un estado de emergencia, una mayor militarización de la sociedad y una profundización del experimento socialista en el que culpó de los problemas del país a una guerra económica librada por los empresarios y Estados Unidos.

    Es propicio que este año se conmemore el aniversario 40 de la publicación del libro clásico del pensador Carlos Rangel (1929-1988) que todo venezolano debe leer: “Del buen salvaje al buen revolucionario”. Rangel criticó de la manera más severa las ideas que entonces estaban en plena moda en América Latina –la planificación central, la supuesta dependencia de los países pobres de los ricos, la necesidad de la ayuda externa para salir de la pobreza, y demás conceptos de moneda corriente–. Rangel fue, como dice el escritor Plinio Apuleyo Mendoza, un precursor en anticipar cambios que eventualmente se dieron en buena parte de la región pero no en su propio país.

    El pensamiento de Rangel tiene más vigencia hoy que nunca en Venezuela. América Latina, según Rangel, se ha dirigido a base de mitos y ha sido vulnerable a “ofertas políticas construidas sobre la mentira, o que apelan a la verdad solo a medias”. Así, la idea de que existió un paraíso en América antes de la llegada de los europeos, se convirtió en tiempos modernos en la idea del buen revolucionario que reivindicaría la era del buen salvaje. El fracaso de América Latina –especialmente comparado a Estados Unidos– se debe a factores externos. Desde el descubrimiento, los europeos han utilizado a América Latina para proyectar sus fantasías, frustraciones y sentimientos de culpabilidad, que en el tiempo se convirtieron “en los venenos con que se alimentaron los mismos latinoamericanos”, según el intelectual francés Jean-François Revel.

    Los venezolanos reconocerán ese divorcio con la realidad. Para dar tan solo dos ejemplos actuales de esto, la ley chavista de “precios justos” crea escasez y mercados negros de precios astronómicos, y la hiperinflación ha llevado a la devaluación acelerada del “bolívar fuerte”.

    Es asombroso cuán clarividente fue Rangel sobre el destino venezolano. En 1983 dio un discurso ante una asociación empresarial, en el cual aclaró que en Venezuela “nunca hemos tenido una economía libre” y que lo que existía desde el principio era un sistema basado en “el monopolio, el privilegio y la corrupción”, que era absolutamente “antagónico a la economía de mercado”. A diferencia del análisis de la élite venezolana, Rangel creía que los problemas no se debían al mercado libre, sino a la “hipertrofia del Estado”.

    Y ese problema, a su vez, se agravó “por dos factores nuevos: el socialismo y el petróleo”. La élite política venezolana estaba imbuida de ideas socialistas y creía que, bajo la democracia, se podían resolver los problemas del país con mayor dirigismo estatal, financiado, por supuesto, con los ingresos petroleros.

    Mucho antes de la llegada de Hugo Chávez, Rangel se preocupó por el “suicidio de la democracia” venezolana en que “los gobiernos […] posponen decisiones impopulares y prefieren tirarles dinero a los problemas”. Rangel entendió antes que otros que no se puede sostener un sistema democrático que no esté basado en una economía relativamente libre. En un ensayo en que anticipó la ideología incoherente del socialismo bolivariano, Rangel destacó el desprecio que tuvo Karl Marx por Simón Bolívar, a quien Marx tildó de “canalla cobarde, miserable y ordinario”.

    Después del chavismo, Venezuela seguirá teniendo abundancia de petróleo y un legado estatista de larga tradición. Urge que a Rangel lo lean los venezolanos, y especialmente la oposición.

    * Director del Centro para la Libertad y Prosperidad Global del Cato Institute, Washington DC.

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  8. Zarpazo a la libertad

    José Rojas.

    Venezuela está al borde de cesación de pagos de sus obligaciones internacionales; los centros comerciales están desabastecidos; sus habitantes se enfrentan diariamente con la Policía por un rollo de papel higiénico y un paquete de arroz y sus cárceles están llenas de perseguidos políticos; opositores al régimen de Nicolás Maduro.

    Por mucho menos, en 2012, la Región y el Mercosur condenaron a Paraguay a raíz del juicio político contra el entonces presidente Fernando Lugo, por mal desempeño de funciones y bajo acusación -entre otras cosas- de responsabilidad política por los enfrentamientos entre campesinos y policías ocurridos en Curuguaty, hecho que hasta hoy sigue ventilándose en tribunales. Venezuela de Maduro sigue con la “confianza” de los partidos partes de estas organizaciones, cuyos países decidieron mantenerlo bajo observación, mientras aquel sigue castigando a su pueblo.

    El Protocolo de Ushuaia fue firmado el 24 de julio de 1998 en la ciudad argentina de Ushuaia por cuatro países miembros del Mercosur -Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay- y dos estados asociados, Bolivia y Chile. Este documento reafirma el compromiso democrático entre los estados firmantes. Allí se estableció la ‘Cláusula Democrática’ que determina la exclusión del bloque del país donde se quiebre el orden democrático, incluso aplicar sanciones comerciales o el cierre de fronteras. Maduro ya cumplió estos ‘requisitos’ y el Mercosur y Unasur brillan por su ausencia; mientras en las calles venezolanas siguen muriendo aquellos que solo salieron a buscar una hogaza de pan.

    ¿Qué espera la Organización de Estados Americanos (OEA para echar mano a la Carta Democrática Interamericana aprobada como mecanismo para proteger la democracia en la región? Países fuertes con Brasil, Argentina y Chile callan ante la matonería del Régimen empotrado en Miraflores. Llaman al diálogo entre el gobierno y la oposición de Venezuela. ¿Diálogo con Maduro? Barrió con todos estos argumentos. ¿Cómo dialogar con una persona que solo responde con golpes de la Policía?

    Hasta el momento solo un país levantó su voz de protesta: Paraguay. Todos los demás miran desde las graderías como la Policía del régimen del país caribeño –miembro del Mercosur y Unasur- golpea y asesina a los ciudadanos. Venezuela se acerca a un ‘colapso calamitoso’, dicen los analistas; en las tiendas falta comida y medicinas básicas.

    A propósito; algunos números que según Maduro son parte de una conspiración:

    45 periódicos dejaron de salir por falta de papel diario. En solo siete días; -en Semana Santa- 17 rotativos no pudieron imprimir. El diario El Carabobeño- tituló en tapa: ‘Zarpazo a la libertad’.

    US$ 1.700 millones de las reservas en oro vendió el régimen chavista (16% del total) en el primer trimestre de este año para obtener liquidez y hacer frente al deterioro económico del país. Datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

    El 95% de ingresos de divisas internacionales es por la venta de petróleo y la caída de los precios castiga en la misma proporción al país. El crudo es su principal producto de exportación.

    Inflación del 480% se estima al cierre del 2016, el más elevado del mundo, con una retracción del 8% del Producto Interno Bruto (PIB).

    1 dólar norteamericano representa a 865 bolívares; o explicado de otra manera 1 bolívar vale US$ 0,0011; menos de un centavo de dólar.

    La balanza de pagos está a punto de caen en default, o dicho de otra forma, está al borde de suspender liquidaciones de compromisos internacionales. Por poco salvó la situación en los últimos dos meses.

    Más de US$ 10.000 millones debe el tesoro por compromisos de su deuda; la mitad ya vencidos entre octubre y noviembre del 2015.

    Maduro comenzó a perder el poder real. Las Fuerzas Armadas comienzan a debatir la pertinencia de sostenerlo y en la calle las fuerzas de seguridad que debieran mantener el orden, sin embargo en los últimos días encabezan saqueos en centros comerciales. Los miembros de estas fuerzas sufren las mismas carencias que el resto de la sociedad civil.

    La oposición abroquelada en el Congreso y apunta a potenciar una enmienda constitucional para cortar el plazo de mandato, de seis a cuatro años y presionar a Maduro a renunciar.

    Acá es donde deben actuar las fuerzas democráticas de Mercosur, Unasur, la OEA y otras organizaciones que aglutinan a países. La recuperación de la libertad en Venezuela es fundamental, no solo para los venezolanos, sino para por la salud política de toda la Región.

    La comunidad internacional está obligada a responder de una sola manera a la bravuconería que predomina en los gestos de Maduro. América Latina debe rechazar y condenarlos y apoyar los gritos de libertad de los venezolanos.

    La situación crítica que atraviesa Venezuela se hizo insostenible y su presidente, a punto de declararse dictador porque desconoce a uno de los poderes del Estado, dispone de escasas alternativas de salida, como ocurre con los alimentos y medicinas. Una de ellas es renunciar al cargo o enfrentar a un pueblo que ha dijo basta al zarpazo a su libertad.

    La comunidad internacional no reacciona o lo está haciendo con una energía ralentizada a diferencia de la velocidad aplicada sobre Paraguay en 2012.

    ¿Será que los países reaccionan con velocidad según al interés comercial? Paraguay no tiene petróleo.

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  9. El fin del matonismo

    (Matonismo: conducta de quien quiere imponer su voluntad por la amenaza o el terror).

    La credibilidad de Nicolás Maduro es nula. Menos que cero. Él se ha ocupado de certificarlo día a día. Ha anunciado no menos de tres docenas de complots e intentos de golpes de Estado, de invasiones extranjeras y de planes para asesinarlo. Pura invención; los hechos lo confirman.

    Ahora acaba de calificar de traidor al secretario general de la OEA, Luis Almagro. Dijo además que era agente de la CIA y que eso se lo había dicho en su momento al expresidentes uruguayo José- Pepe-Mujica.

    Mujica lo desmintió. Dijo que todo eso no es cierto: que Almagro no es traidor, que no es de la CIA, que Maduro nunca le dijo nada al respecto y que el presidente venezolano está “más loco que una cabra”.

    La credibilidad de Maduro decrece más, si es que cabe. Además de la menguada comparsa bolivariana (Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia), los únicos que le creen son Ernesto Samper, de la Unasur, y el inefable José Luis Rodríguez Zapatero. A estos se sumaría el papa Francisco.

    La polémica de estos días entre Maduro y Almagro –quien en su respuesta llegó a llamarle “dictadorzuelo” al venezolano–, ha dado que hablar. Muchos consideraron, aplaudieron y reconocieron que ya era hora que alguien le dijera basta al matonismo. Otros se refugiaron en lo políticamente correcto, en disquisiciones sesudas, en el miedo o en el equilibrio cómplice. Hubo quienes consideraron que Almagro no debió hacerle el juego y utilizar igual lenguaje —¿rebajarse? no se si alguno lo dijo—. Olvidaron que fueron respuestas a insultos del mandamás venezolano. Firmes pero a otro nivel. Ignoraron también que en un principio el secretario general de la OEA realizó determinados planteos al gobierno chavista, que eran de orden –máxime cuando hay una Carta Democrática que respetar–, y lo hizo por las vías y con el tono correspondientes, y que la respuesta fue el desaire y el insulto.

    ¿Qué querían que hiciera? ¿Lo que hizo su antecesor, el chileno José Miguel Insulza, de triste memoria? A este, tanto Chávez como Maduro, entonces “canciller”, además de tratarlo de agente —sirviente— del imperio, le llamaron “insulso” y “pendejo”. E Insulza se calló, lo hizo en lo que hace a su dignidad personal, pero también en su condición de jefe de la OEA, la que debió hacer respetar. Peor aún, para muchos analistas se acojonó y fue el viabilizador del matonismo. Hubo quien dijo que la OEA de Insulza “ fue un ministerio del chavismo”.

    Lo que hizo Almagro fue lo que debieron hacer ya hace mucho tiempo Juan Manuel Santos, Ollanta Humala, más de un presidente mejicano y Sebastian Piñera, que ahora habla pero que cuando fue presidente de Chile hizo y dijo muy poco al respecto. Es cierto que eran épocas en que Cristina Kirchner desde Argentina era cabeza visible y voz cantante de la prepotencia y la soberbia del progresismo populista y que el PT de Lula y Dilma manejaba todo en función de sus intereses y de los de las empresas brasileñas (las que según se ha comprobado le daban una “participación”).

    Al final de su carta a Maduro, Almagro le recuerda que “entre los ceibos estorba un quebracho”, haciendo referencia a unos versos del escritor uruguayo Serafín J. García. Se trata de la poesía gauchesca “Orejano” (rebelde, cimarrón, ganado que no tiene marca de propiedad), que arranca: “Yo sé que en el pago me tienen idea / porque a los que mandan no les cabresteo;” (resistirse a meter la cabeza en el lazo o a morder el freno).

    No sea cosa que ahora, porque el secretario de la OEA, por fin, le dice basta al matonismo, “le tomen idea” y solo porque dice lo que otros debieron decir y no se animaron.

    Además hay que tener en cuenta que no se trata de una pulseada para ver quién es más macho, sino de un tema que sufre y padece, todos los días y todas las horas, el pueblo venezolano. Son los venezolanos los que tienen que soportar el matonismo desbordante de Maduro, aunque, seguramente, no será por mucho tiempo. Decididamente no están dispuestos a “cabrestear”.

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