PRINCIPIOS BÁSICOS DE URBANIDAD

Respetar al otro como un otro: su carácter, su amor propio, sus opiniones, inclinaciones, caprichos, costumbres, etc., aunque las consideremos defectos. El respeto da un paso más que la tolerancia.

Escuchar, más que hablar: descubrir quién es el otro, qué quiere, qué piensa. No dirigirse a él como si fuera una proyección de nosotros. Hablar sin descanso es una descortesía hacia los demás, y además revela cierto egoísmo.

Comprender, antes que juzgar: no odiar al otro ni hablar mal de él ante otros por lo que creemos que son sus defectos. Siempre es mejor preguntarse: ¿qué hace que la persona que nos molesta actúe de la forma en qué lo hace? Así, será más fácil que comprendamos y más difícil que odiemos.

Pensar antes de actuar o de hablar: elegir siempre la mejor oportunidad, no ser imprudente. Evitar palabras molestas, observaciones poco delicadas, descorteses o demasiado personales.

Ser discreto: no hacer preguntas que nos hagan parecer excesivamente curiosos, ni divulgar los secretos que otros nos han confiado. De lo contrario, nos ganaremos que nadie confíe en nosotros.

Adecuar el discurso a los conocimientos del otro: evitar hacer comentarios sobre historia, ciencia, cultura o arte cuando no se conoce el grado de conocimiento de las personas que escuchan. Adecuar el discurso a la situación del otro: percibir cuál es su estado anímico y, según eso, decir lo que sea apropiado.

Tratar a los demás como nos gustaría ser tratados.

27 comentarios en “PRINCIPIOS BÁSICOS DE URBANIDAD”

  1. Fragmentos

    Con ellos se dan los pasos concretos del vivir. Son los que después se constituyen en recuerdo, aunque le dan energía al hoy. Mientras se desarrolla el proceso para alcanzarlos ya se los vive, y esta apreciación determina el valor de lo secuencial, de lo pasajero, de lo anecdótico, de todo aquello que sucede en el fluir existencial. Del latín fragmentum deriva el vocablo castellano fragmento. Su identificación alude a porción, fractura, división, términos que podrían ser interpretados de diversas formas, entre ellas la que sostiene la relevante función de aportar para la construcción de una misión. En esa órbita contextual, lo que forma parte de un todo es significante.

    En su magisterio silencioso, el tiempo siempre está dispuesto a que cada uno lo viva a su manera. Al punto de brindarse a ser vivido como la consecución de etapas, de acontecimientos, de historias de una época, de fechas indicativas de episodios trascendentes, incluso a ser ideado como un potencial escenario de logros por llegar. En esa corriente de fragmentos se representa la vida.

    El respeto a lo efímero es la puerta de entrada para ingresar al espacio de los asombros cotidianos. Esa consideración hacia lo que en principio se presenta como de corta duración es la que habilita la creación de momentos únicos, que traen consigo la chispa valorativa que sorprende y emociona. Y que permite la vivacidad plena del acontecer, al punto que anima a nuevas intenciones que están latentes a la oportunidad que las transforme en actos. Así, el despertar de los sentidos produce episodios que validan una y otra vez la capacidad de percibirlos. Y al hacerlo, entra en juego la libertad de apreciación, que caracteriza a la esencia del ser.

    Los fragmentos aglutinan ejemplos. Una mañana y otra más, y así sucesivamente. Pueden ser años de dedicación, años de afecto, años de perseverancia. En el historial de cada uno hay abundantes testimonios acerca de la importancia particular de las vivencias. Quizás, en determinadas situaciones, interrumpir una labor fue necesario, e incluso dicha acción trajo aparejado otros aprendizajes. Activando el rugir de los desafíos que requieren de una exhaustiva división de planes.

    Cada fragmento impregna lo suyo, lo hace conforme a las circunstancias en donde se desliza, y su ímpetu es proporcional a la intensidad con que se lo manifiesta, otorgándole a quien lo vive la libre elección de qué hará con él. Por lo que a partir del mismo las opciones fabricarán sus propias apariciones, a los efectos de señalar que la vida es un constante decidir. Por consiguiente, en lo finito viven las alternativas.

    Es la sociedad una madre que contempla el andar de sus hijas e hijos. En ella, las historias personales están llamadas a construir vínculos que favorezcan el crecimiento colectivo. Siendo responsable cada uno de los actos que realiza, asumiendo la porción que deben aportar para el bienestar general.

    por Marcelo Pedroza

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  2. es mejor aprender a tener buena urbanidad, y que de vez en cuando a uno se le salga una palabra fea no quiere decir que uno tiene mala urbanidad simplemente esto quiere decir que ningún ser humano nació perfecto y todos necesitan aprender entonces no juzguemos a los demás sin saber que nosotros podemos ser peores que ellos….

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  3. es mejor aprender a tener buena urbanidad, y que de vez en cuando a uno se le salga una palabra fea no quiere decir que uno tiene mala urbanidad simplemente esto quiere decir que ningún ser humano nació perfecto y todos necesitan aprender entonces no juzguemos a los demás sin saber que nosotros podemos ser peores que ellos….

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  4. me parece genial q cambiemos nuestra manera de actuar y tratar a las de mas personas DIOS nos enseño q con la misma vara q medimos seremos medidos

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  5. definitivamente lastima que la juventud de hoy en dia tome las cosas tan deportivamente y no aprovechen este medio como se debe ser, bien utilizado es de mucha ayuda gracias

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  6. Yo trato a la gente con mucha grosería, no la respeto, no respeto a los mayores; no parezco de una universidad, más bien soy como una especie de hombre prehistorico analfabeta

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