LA HONESTIDAD Y SU FAMILIA

• Matías Ordeix

Director del Club de Ejecutivos del Paraguay

Si hay una palabra en nuestro idioma castellano, realmente adorable e incomparable con las demás por su fuerza y protagonismo, ella es la “honestidad”. Es realmente divina y su peso es tan gravitante, que su olvido puede causar ausencia del significado de uno de los valores más preciados del ser humano.

La honestidad, procedente de la Ética, es pariente de muchos otros vocablos que acompañan nuestro léxico, en tanto hermana de la integridad y de la coherencia. También es la madre del amor, pues éste no crecería y sobreviviría sin honestidad. Ella también comparte sangre con muchas otras virtudes como la justicia, la transparencia y la decencia, entre tantos otros familiares. Este sí es un hermoso ejemplo de grupo familiar, lleno de principios, valores e impagables convicciones.

Por otro lado, si analizamos un poco más en profundidad, veremos que esta bella palabra puede relacionarse y hermanarse con otras, cuyo significado e importancia hacen a un país. Pues estoy convencido de que la honestidad es uno de los valores más importantes que puede acunar un pueblo, un principio básico que complementa sin duda otros vocablos que todos añoramos: el futuro y la esperanza.

Amigos, para mantener la esperanza en esta hermosa tierra guaraní y para alcanzar nuestro futuro soñado, debemos trabajar y honrar en nuestras acciones la honestidad. Sin ella no llegaremos nunca a ser un pueblo referente. Sin este valor tan preciado nuestro buque no llegará a puerto alguno, ya que por más que rememos nunca alcanzaremos nuestro sueño.

Debemos trabajar desde la raíz, no mirar hacia atrás y echar la culpa a la dictadura, la mandioca u otras tantas excusas que solemos escuchar. No. Por favor mirar el futuro, soñar con un país decente, íntegro, donde cada paraguayo sea señalado como una persona limpia y sin un parche en el ojo. Digámosle sí a la educación de nuestra gente, enseñémosle los valores más importantes del individuo, esos que hacen que cada persona luego de su pasaje por la tierra deje una huella y sea siempre recordado.

Demos el ejemplo señores. Seamos honestos, contagiemos y expliquemos a quienes no entienden este término. Aquel que es católico, indiquémosle que la deshonestidad se paga y caro… Los que no sean cristianos, tarde o temprano, seguro de algún modo pagarán igualmente sus actos deshonrosos. Nosotros debemos ser los que llevemos al Paraguay del cambio. ¡Basta de plagueos, actuemos ya!

Recordemos, en Paraguay se puede. Por eso cada uno de nosotros, seguro, pero muy seguro, puede. A soñar amigos, a trabajar y a no ensuciarnos las manos. Por nuestro país, por nuestro Paraguay digamos sí a las manos limpias, digamos sí a la honestidad.

Cuando hablamos del cambio, y lo acompaña la honestidad, pronto se convertirá en una histórica realidad. Entonces, el sí se puede tiene un camino infalible: la honestidad.